lunes, 28 de septiembre de 2009

Una luna


Y tus besos seguían ronroneando en el quicio de mi puerta. Y mis labios, henchidos de deseo, se morían por abrir...

Mientras que la luna más brillaba, y a medida que el disco se iba completando, las ganas por dejarle paso a tus acometidas salvajes me iban, poco a poco, transformando.

Me amarré como pude al mástil de mi cama, me puse las gafas de sol para impedir que mi cuerpo se convirtiera en lobo, rellené mis pabellones auditivos con todo tipo de inventos que garantizaran el silencio, me puse a leer el principito para no acordarme de que seguías ahí afuera, de pie, toda amazona, toda esbelta, toda sirena, dispuesta a arrancarme el corazón para hacerte un yo-yo con él... Pero por mucho que lo intentaba siempre algo se escapaba a mi control, así cuando el sabor de tu sudor accedió a mi pituitaria sentí por un instante que perdía esta batalla, tal vez la guerra...

Cuando desperté a la mañana siguiente comprobé que había sido lo suficientemente fuerte para no caer en ti... Una llamada perdida tuya titilando en el móvil como arco a mi triunfo, y la certeza de que los nudillos que acariciaron mi puerta eran tuyos...

Resistí a la luna creciente, ahora, por fin, soy libre de salir a la calle y besar a las farolas, de mojarme en los charcos que me de la gana, ahora soy por fin libre, de vivir todo mi futuro sin tener que rendir cuentas ni a tu desnudez ni a tu mirada...

Basoalto

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Basoalto asustado por una mujer? Error de software, esto no me cuadra...

Torrado dijo...

jajajajaa, pues sí, deberá ser eso... que después de todo soy un miedoso...