miércoles, 13 de noviembre de 2013

Logaritmos

Con ese nombre raro, casi sacado de un libro de ciencia ficción:
- Hey Doc, ¿dónde dejaste el logaritmo de rayos catódicos?
- Lo puse junto al condensador de fluzo...
Con esa mezcla rara que suena a eslogan con ritmo. Con ese exotismo aterrador que destilan ciertos nombres matemáticos. Con tanta fiereza, va y resulta que el pobre logaritmo no deja de ser un actor secundario, un peón en la terrible legión de las operaciones matemáticas.

Pero ¿qué es un logaritmo? Un logaritmo es, ante todo, un amigo. Un amigo que está aquí para ayudarnos. 

Sí, mucho amigo, os diréis, pero, narices, ¿que es un logaritmo? ¡Venga ya!

Un logaritmo es una operación. La resta es la operación recíproca de la suma porque me revierte el efecto de la suma. Y la división es la recíproca de la multiplicación. Pues bien, la operación de multiplicar un número por sí mismo varias veces, lo que llamamos potencia, tiene dos operaciones recíprocas, la raíz, que nos permite "volver" a la base, y el logaritmo, que nos permite "volver" al exponente.

Por lo tanto, y de forma un tanto ruda, podemos afirmar que un logaritmo es una potencia travestida, tuneada o maquillada. Una potencia que le da vergüenza de aparecer en los papeles con base y exponente y aparece con la base preguntándole al resultado de la potencia, qué fue del exponente... Una forma retorcida de escribir una potencia a la que se le ha perdido el exponente...

Eso y no más es el bueno del logaritmo, tan incomprendido como modesto, que durante años sustituyó a las calculadores por su habilidad de convertir multiplicaciones y divisiones en sumas y restas.

El logaritmo, paradoja y reflejo de tantos de nosotros que bajo una fachada delirante e incomprensible, escondemos una sencillez solo apta para aquellos que tengan el tiempo y las ganas de llegar a conocer.

Será, como dijo el Principito, que últimamente la gente por falta de tiempo, lo compran todo hecho a los mercaderes, y que como no existen mercaderes de amigos, la gente no tienen amigos.

Espero que la próxima vez que os crucéis con un logaritmo por la calle no os asustéis, y que en lugar de eso le dediquéis una sonrisa de oreja a oreja que contenga el beneficio de la duda...

Torrado