La vida, ese paréntesis, ese
regalo, tiende a ser menospreciada por sus poseedores. La mayoría de las veces
tendemos a no valorar lo maravilloso que tiene el simple hecho de
estar aquí, y ese otro milagro, mucho más complejo, que resulta el ser conscientes
de nuestra existencia.
Por eso JC, en la vida, como en
el arte, la clave de todo, ese punto que te permitirá que pasado el tiempo no
te quedes como un bobo sintiendo que podías haber vivido “mejor” la vida, es
las dosis de coherencia y las dosis de estética que hayas añadido, la dosis de verdad.
La coherencia consiste en algo
tan básico y a la vez tan caro, como remar siempre en la misma dirección.
Intentar no andar 100 m. adelante y luego 100 m. hacia atrás, y además en el mismo
camino. Es cierto que es el trayecto y no el destino el que nos hace crecer,
pero si te dedicas a andar y desandar el mismo recodo de tu trayectoria vital,
llegará un momento en el que acabes asqueado y con la sensación de estar
encerrado en un bucle, en tu propio día de la marmota. Encuestas recientes
aseguran que a la mayoría de las personas no le gusta su trabajo. Eso es
debido en gran parte porque han convertido su camino hacia delante, ese de
descubriento diario de un nuevo detalle, una
mecánica rutina.
Porque, y presta atención a ello
JC, la coherencia no es sinónimo, como muchos piensan, de rutina, al contrario,
la coherencia es lo que permite que cosas tan diferentes como un brazo y una
nariz formen parte del mismo proyecto, llamado cuerpo. La coherencia, ampliando el
concepto de “rito” del principito, es lo que hace que “un día sea diferente de
otro día, una hora distinta de otra hora y no nos volvamos locos”. “Es algo demasiado olvidado, pero
tú, JC, no lo debes olvidar.
La coherencia nos hace caminar
hacia el futuro, derechos, sin zigzaguear. Si nos desviamos, nos pone de nuevo
el norte en su sitio. Si llegamos a un callejón sin salida, nos abre una forma,
más o menos dolorosa, de seguir hacia adelante.
Y luego está la estética, la capacidad o las ganas de conseguir impregnar de belleza nuestro camino. La
estética que, en el arte como en la vida, ha sido tan mal entendida. Bueno, no
es que haya sido mal entendida, es que ha sido englobada dentro de la coherencia.
Si un ser, por ejemplo, realiza “mierdas”, literalmente o no, y lo hace
coherentemente, siguiendo un plan, por el simple hecho de utilizar el primer
concepto del que hemos hablado, se le considera un artista, sin importar la
calidad estética de lo creado. Sinceramente, creo que eso es un error. Debemos
intentar que el mundo sea bonito. Amar con estilo, cantar con ilusión, reír a
bombo y platillo, llorar rítmicamente. Debemos esforzarnos por que este mundo a
nuestro paso sea un sitio más agradable donde vivir…
Obviamente, eso no consigue de la
noche a la mañana (ya digo que muchos artistas se creen que simplemente por
tener una idea y serles coherentemente fiel ya están haciendo un regalo al
mundo). Eso se consigue trabajando, caminando en la dirección elegida y sobre
todo, siendo muy crítico con uno mismo, mejorando lo que podemos mejorar de
nosotros mismos y de nuestra obra, sin excusas, y potenciando todo aquello que tenemos y que vemos que genera
un saldo positivo de belleza. No tener reparos en cambiar las veces que haga
falta las ramas, manteniendo el núcleo, el germen, la idea, hasta que el
resultado sea digno de ser llamado obra nuestra.
Toda acción conlleva una
reacción, y a veces, en el largo camino de la vida, la distancia entre la causa y el efecto nos
llevan a pensar que somos invencibles y que estamos por encima del bien y del
mal. Pero, más tarde o más temprano, llegará un momento en que tocará hacer
balance, pagar deudas o recibir honoris causa, y el cómputo positivo lo aportará la carga de coherencia y de belleza
que hayas generado, así que nunca olvides JC, de impregnar con ellas todo lo
que hagas.
Torra