lunes, 14 de mayo de 2012

O

En mitad del jardín, rodeada de frescor, escondida entre el verde... Me acerco. Quieres que me acerque. Te admiro, te miro, te devoro. Siento el narcótico placer de tu sonrojo incrustado con ternura en mi retina. Me sientes, me presientes, me cautivas. Se detiene un instante gigante el caudal del diluvio desbocado de mi vida. Tus pétalos actuan por minutos de pantanos que amedentran la coartada de mi huida. Y así acurrucado en tu estambres me quedo dormido.

Cuando el sol se asoma por encima de la farola del ventanal, descubro que no todas las amapolas son granjeras. Alguna que otra es cazadora, como dijo el poeta, del fondo de las almas, y aun hay otras, las más belicosas, que se disfrazan de las ganas inocentes de beber, que te invitan a manjares infinitos, hilos infinitos de Ariadna para escapar al final, acaso para no volver...

En mitad del jardín, rodeada de frescor, agazapada en la orilla, encontré una lucecita... y sabes, que no siempre se adivina, cuando estas luces se transforman en estrellas o cuando se metamorfean en hoteles california sin salida

Basoalto

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