domingo, 26 de octubre de 2008

Cantos de sirena al dormirme...

si sé que me despierto con tu amor...
Hoy soñaré que me duermo en tus brazos. Demasiado tiempo, demasiada sangre. Las puertas se fueron cerrando cada vez que apretaba el gatillo, cada vez que mi cuerpo cibernético apretaba el gatillo o despedazaba a cada víctima. La conciencia fue naciendo demasiado a fuego lento y sin saberlo a cada trazo desdibujaba mi destino...

Todo estaba programado, destinado, escrito y decidido. Todos menos tú. Tu canto fue enredándome y fue sólo cuando me sentí preso que comprendí que para estar cautivo hay que estar vivo, que sólo se puede ser esclavo si se tiene corazón. Fue luego que lloré por la sangre que había derramado y que seguía derramando. Fue después que la llama de la culpa desbandada me arrolló como una locomotora. Fue al fin cuando terminé de comprender que la redención tiene un precio demasiado alto, tal vez, demasiado justo...

Y al mostrarte el color de mis llagas me quisiste como ninguna sirena quiso nunca a su Ulises. Como se ama a lo que no se puede alcanzar, como se desea ese beso apellidado hasta nunca. Sentir tu cuerpo sobre el mío aquella noche me abrió la puerta a la comprensión plena de mi naturaleza, me llenó el cuerpo de ausencias y manos y cada una de ellas te quería sentir, palpar, adherir a mí.

Las culpas que acumulé hasta encontrarte han venido hoy a cobrar sus cuentas. Todo el daño que inflingí me ha sido devuelto. Mi tiempo ha llegado como estaba escrito que ocurriría. Pero como jamás imaginé, te descubrí en este exilio. Y es por ello que ahora, cansado y derrotado, herido de muerte, terminado, vuelvo a ti, a postrarme en tus orillas, a escucharte cantar...

Mi tiempo ha llegado y no despertaré de este último sueño, pero con tu abrazo, con tu música, con tu calor, lograré construir la ilusión de que esta noche lograré esquivar a la muerte y que mañana me despierto con tu amor...

Neftalí

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