Te miro. Te escondes detrás de una jara tal vez asustada de mi presencia. Sin saber por qué me escondo yo también, me pongo a buen recaudo, ¿recaudo de qué, de quién? Aparto mi charneca y observo como entre tus flores me observas.
¿Cuanto tiempo vamos a llevarnos así, mirándonos sin vernos, negando con la cabeza y la sinrazón, esperando a que cada otro cruce el charco, rompa las reglas y duerma por fin al otro lado?
Pero en lugar de usar la razón a favor de susodicha nos enroscamos en espirales que nos conducen a la zozobra antes incluso de mojarnos la suela del zapato. Y entretanto el sol que alumbra este milagro primero altea y luego se apresta a deslizarse mudo hacia el ocaso. Y después cuando ya no se vea será demasiado tarde para intentar cruzar a nado.
Y tú, ¿cuanto tiempo necesitas para cruzar al otro lado? ¿A que aguardas para sacar tu cuerpo de las jaras y comprobar que en la otra orilla quien te teme es quien te espera?
La vida es un milagro al que nos empeñamos en poblar con muros, alambradas, otros lados y fronteras... Cuando al fin nos limitemos a pasear sin miedo por cualquier parte descubriremos que el mundo y nosotros mismos somos más grandes de lo que alguna vez llegamos a imaginar...
Tan sólo hay que creer, soñar, reír... y por supuesto, después, andar
Neftalí
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