miércoles, 6 de mayo de 2009

Hombre de ciencia, hombre de fe...



Allá donde se cruzan los caminos...

Hace tiempo que ya no espero al por qué, a tener todo atado antes de iniciar la búsqueda. Simplemente me levanto y voy, y escucho y hablo si mi voz lo clama, y callo si mi grito hubiere de caer en tierra estéril sin agua ni ganas.

El camino se extiende infinito delante de mis ojos. Aun me queda todo o casi, pero me siento afortunado de tener camino, de saber que se extiende delante mía paciente y culpable de mi felicidad. Gasté muchos de mis koans en descubrir que todo estaba aquí, que lo único que tenía que hacer es aprender a ver... y no, nadie dijo que fuera fácil un verbo con tan pocas letras...
Gasté muchas de mis fuerzas en descubrirme y ahora que medio adivino de que soy voy a quitar el papel que envuelve al paquete y brillar para alumbrar a todos los que me acompañan con sonrisas y guiños en este viaje...

Soy sol, candela eterna donde saltan fogonazos. Y de vez en cuando algún corazón que se salta la comba. Y de vez en cuando la risa que se salta la prisa y la derrota y obliga al autobús entero a "felicizar" acompasados. Y de vez en cuando miro por la ventana y encuentro que mi casa, mi isla, es lo de fuera, y corro riendo como un loco sin que nadie pueda saber con certeza el origen de tanta energía...

Y no me importa no saber el motivo a priori. Tal vez la conciencia del regalo que es la vida, como a Pablo (el cantautor, y el guerrero) me de alas. Porque estoy dispuesto y convencido y allá donde vaya voy a poner toda la carnaza en la alegría. Porque es la mejor forma, porque es la mayor norma, porque es la única esperanza y tal vez la última salida que nos queda.

Y reiré más alto hasta hacer que llueva y mi tormenta no os moleste porque será lluvia que seca y que retoña, que enfoca y rejuvenece, que os permita volar hasta más allá del mar... Y mi sonrisa sonará a música y a calma y mi humedad a agua y a pan...



Hubo un tiempo en que euclides era insuperable. Luego llegaron Riemann y Lobachevsky e inventaron geometrías en las que las paralelas coinciden al menos en un punto...

Y ahí, en ese cruce, sentado, con un café y una sonrisa, leyendo a Pessoa o Galeano, espero que nuestras alegrías nos sirvan a cada otro, para crecer un poquito o al menos para recargarnos...

Torra

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