viernes, 28 de noviembre de 2014

En defensa propia

Cantaba Benedetti que hay que defender la alegría:

DEFENSA DE LA ALEGRÍA
Defender la alegría como una trinchera 
defenderla del escándalo y la rutina 
de la miseria y los miserables 
de las ausencias transitorias 
y las definitivas

Defender la alegría como un principio 
defenderla del pasmo y las pesadillas 
de los neutrales y de los neutrones 
de las dulces infamias 


defender la alegría como una bandera 
defenderla del rayo y la melancolía 
de los ingenuos y de los canallas 
de la retórica y los paros cardiacos 
de las endemias y las academias 

defender la alegría como un destino 
defenderla del fuego y de los bomberos 
de los suicidas y los homicidas 
de las vacaciones y del agobio 
de la obligación de estar alegres 

defender la alegría como una certeza 
defenderla del óxido y la roña 
de la famosa pátina del tiempo 
del relente y del oportunismo 
de los proxenetas de la risa 

defender la alegría como un derecho 
defenderla de dios y del invierno 
de las mayúsculas y de la muerte 
de los apellidos y las lástimas 
del azar 
y también de la alegría.

Y es que hay que defender a las cosas de ellas mismas... hasta a la alegría hay que protegerla de que se enfrente a su propia sombra o que se realimente, o que entre en resonancia y explote...

Y a nosotros, náufragos o marinos, o pacientes princesas o fareras de este reino, trovadores sin cuento... Y a nosotros, seres que habitamos los personajes de esto que llaman mundo moderno, y a nosotros, ¿quién nos defiende, a nosotros, de nosotros mismos...?

Por que tal vez habremos ganado un tesoro en nuestro camino a Ítaca cuando aprendamos a no auto atacarnos, ni directa ni indirectamente... cuando decidamos hacer un pacto con la alegría, defenderla a ultranza y que ella nos defienda, a cambio, a nosotros, incluso de nuestra misma mente...

Neftalí

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