Llevo unos días arañando la corteza del mundo. Apenas una grieta en la pared para entrever lo que hay debajo. Apenas unas notas cuya lectura permite incrementar la calidad con la que te vas moviendo en este tablero...
Da igual que sean las matemáticas, la poesía, los monólogos, la enseñanza, los idiomas, el amor o el tango... cuando consigues abrir esa rendija por la que contemplar la esencia del mundo, entonces comprendes que todo funciona de la misma manera...
Con el tiempo me estoy dando cuenta de que soy más perfecionista de lo que pensaba. Le estoy cogiendo el gusto a hacer no sólo bien las cosas, sino a intentar hacerlas mejor. Y resulta que cada acción compleja se reduce a un conjunto de pequeños cosas... Hasta ahora pensaba que la calidad consistía en hacer esas cosas muy bien... y de repente, casi como una revelación, me percato de que la clave no está sólo en el nivel de cada elemento, sino en la capacidad de las transiciones para no hacerse notar...
Lo que mejor hago lo hago bien porque puedo pasar de tema a tema, con un chasquido, de manera suave, casi sin notar el cambio... lo que no hago tan bien está condicionado por la falta de buenas transiciones...
Y en esas estamos, practicando en distintas facetas de mi vida para conseguir que las transiciones den el valor que tiene a los elementos que están comunicando...
Y en esas estamos, aprendiendo a vivir la vida en un dulce abrazo que suavice las vainas hasta fusionarlas con el grano...
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