Hay algo en el viento que me llama a ratos, y otras veces calla. Debe de estar siempre pululando por ahí, tejiendo cuentos que después desteje. El caso es que una noche de insomnio alcance la vista hacia dentro de mi corazón y noté que había una lucecita escrutándome. Le resultaría curioso y desde entonces cuando me descuido me espía. Luego se hace la tonta y viene a mi encuentro en las formas más diversas. No quiere que la busque ni que la meza. No quiere que la estudie pues teme a que la disuelva en mis propios pensamientos.
Es como una mariposa que sabe dios que poeta dejo libre en el viento esperando a que alguien como yo la cogiera en mi mano y le diera forma, vida y esencia. Pero la tímida oruga voladora se hizo libre como los rayos del sol, se hizo resuelta como un sonido de cascabeles de agua de arroyo, se hizo del mar y se olvidó en las olas de ser algo más que brisa.
Yo le he ofrecido un hogar y ella no quiere hacerme compañía exclusiva. Le he ofrecido un mundo y ella me mira asqueada. Ella me observa y se ríe, y luego desaparece...
¡Qué no diera yo por tener un burrito donde esconderla!
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