lunes, 20 de agosto de 2007

Al otro lado del río.

Sólo ante el peligro, con la piel a flor de mesa y la mirada de la inquisición sobrevolando los relojes...

Al principio eran simples retos, te pones delante del papel vacío y mantienes un pulso, entre el sistema, el bolígrafo y tus conocimientos.

De todo se aprende. Y llegas a un punto y a un nivel en que tu humanidad no puede mesurarse con un protocolo obsoleto de preguntas que han de ser resueltas en un tiempo... porque ya has aprendido la forma de responder cualquier cuestión a partir de determinados instrumentos. Ahora la prueba se convierte en una absurda guerra en la que se trata de cazar al jabalí con una honda y una piedra... Pero señores si tengo un bazoca de bolsillo que llevo siempre conmigo por si las moscas... Además, que necesidad tienen ustedes de que mate al pobre animalillo para demostrarles que se cortar jamón...

Y claro te miras a ti mismo delante de una puerta que conduce a parajes (tal vez, que no siempre) más fértiles, y custodiada por unos aduaneros, seres ignorantes la mayor de las veces con ramalazos de demiurgos, ante los cuales no sientes necesidad ni ánimo de dar explicaciones, pequeños seres racionales que en el mejor de los casos se quedan en eso porque no ven más allá, no ven los halos ni ven la auras, no ven el brillo de los ojos ni ven que si realmente no paso por la puerta es porque no me da la gana, y que cuando al fin decida que habré de pasarla será a pesar de ellos...

Por por otra parte, un puñado de imbéciles no van a conseguir que entre o deje de entrar donde en algún momento de mi vida me apetezca...

Como diría algún alter ego de los míos: faltaría más, faltaría menos.

Basoalto

2 comentarios:

Unknown dijo...

Lo cierto es que sólo tú tienes la llave que abre las puertas en uno u otro sentido, el volante que dirige tu vida, los pedales que aceleran o frenan todo lo que haces y cómo lo haces.

Todos los demás, y todo lo demás, somos representación que tu mente elabora a partir de lo que tus sentidos le hacen llegar. Nadie manda en tu vida, sólo tú.

Torrado dijo...

...pero eso se tarda en conocer, y más en asimilar...