jueves, 27 de marzo de 2008

Siete de espadas


Arena en el alma y en la cara.

La luz es la última esperanza
pero alumbra tanto que me quedo ciego.
La isla está sola como aprendí de ella,
porque la isla flota a la deriva
como aprendió de mí.
Ambos nos miramos y nos dolemos.
Ambos tragamos con dolor
la locura del destierro.
La sangre brota impostora sobre los pedruscos
y ese agujero que desciende al fin del mundo
finaliza en mí
y entonces la rabia copa mi tristeza
y acabo desangrado
en mitad del tiempo
como un vagabundo de si mismo,
cobarde, estéril, perdido, servil.
La gente desapareció engullida
por sus idiomas ininteligibles
otrora montaban concursos por hacerse ver.
Poco a poco fueron desdibujándose como
tinta que arrastra la lluvia.
Una tarde comprendieron que yo ya no estaba
y ellos también se marcharon
dejando silencioso silencio
en los huecos de sus discursos incorpóreos.
De nuevo vuelvo a ti.
Como siempre en cada ciclo, en cada descanso, en cada impulso…
Suelo y pared que me detiene en mi caer
hacia el abismo.
Final y principio. Límite.
Yo.
Mi destino.
Neftalí

2 comentarios:

Anónimo dijo...

torradooooo!!!!!

q soi tu alumna grisela jaja

y pos nada q me apruebes la evaluacion con un diez y a lydia tmbn jeajaja

Anónimo dijo...

torradooooo!!!!!

q soi tu alumna grisela jaja

y pos nada q me apruebes la evaluacion con un diez y a lydia tmbn jeajaja