jueves, 30 de octubre de 2008

No fumes!!!! LEE!!!


Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que era bueno, generoso y amoroso.

Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos:Luchaba contra sus enemigos, que eran malos mezquinos y odiosos. Mataba dragones y rescataba damiselas en apuros.

Cuando en el asunto de la caballería había crisis, tenía la mala costumbre de rescatar damiselas incluso cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas, otras tantas se mostraban furiosas con el caballero.

Él lo aceptaba con filosofía. Después de todo, no se puede contentar a todo el mundo.

Nuestro caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan brillantes que la gente del pueblo juraba haber visto el sol salir en el norte o ponerse en el este cuando el caballero partía a la batalla. Y partía a la batalla con bastante frecuencia. Ante la mera mención de una cruzada, el caballero se ponía la armadura entusiasmado, montaba su caballo y cabalgaba en cualquier dirección.
Su entusiasmo era tal que a veces partía en varias direcciones a la vez, lo cual no es nada fácil.

Robert Fisher

domingo, 26 de octubre de 2008

Cantos de sirena al dormirme...

si sé que me despierto con tu amor...
Hoy soñaré que me duermo en tus brazos. Demasiado tiempo, demasiada sangre. Las puertas se fueron cerrando cada vez que apretaba el gatillo, cada vez que mi cuerpo cibernético apretaba el gatillo o despedazaba a cada víctima. La conciencia fue naciendo demasiado a fuego lento y sin saberlo a cada trazo desdibujaba mi destino...

Todo estaba programado, destinado, escrito y decidido. Todos menos tú. Tu canto fue enredándome y fue sólo cuando me sentí preso que comprendí que para estar cautivo hay que estar vivo, que sólo se puede ser esclavo si se tiene corazón. Fue luego que lloré por la sangre que había derramado y que seguía derramando. Fue después que la llama de la culpa desbandada me arrolló como una locomotora. Fue al fin cuando terminé de comprender que la redención tiene un precio demasiado alto, tal vez, demasiado justo...

Y al mostrarte el color de mis llagas me quisiste como ninguna sirena quiso nunca a su Ulises. Como se ama a lo que no se puede alcanzar, como se desea ese beso apellidado hasta nunca. Sentir tu cuerpo sobre el mío aquella noche me abrió la puerta a la comprensión plena de mi naturaleza, me llenó el cuerpo de ausencias y manos y cada una de ellas te quería sentir, palpar, adherir a mí.

Las culpas que acumulé hasta encontrarte han venido hoy a cobrar sus cuentas. Todo el daño que inflingí me ha sido devuelto. Mi tiempo ha llegado como estaba escrito que ocurriría. Pero como jamás imaginé, te descubrí en este exilio. Y es por ello que ahora, cansado y derrotado, herido de muerte, terminado, vuelvo a ti, a postrarme en tus orillas, a escucharte cantar...

Mi tiempo ha llegado y no despertaré de este último sueño, pero con tu abrazo, con tu música, con tu calor, lograré construir la ilusión de que esta noche lograré esquivar a la muerte y que mañana me despierto con tu amor...

Neftalí

jueves, 2 de octubre de 2008

A lo invisible

A lo que está sin estar detrás de un montón de piedras o entre los árboles durmiendo. A todo aquello sobre lo que andamos ignorantes y ciegos, siendo ciertamente el cimiento de lo poco que podamos llegar a levantar. A lo oculto, no por voluntad propia, sino por ceguera consensuada y culturizada, memética miopía que nos deja la mente indefensa ante lo desconocido.

Basta mirar al suelo y percatarse de las sonrisas de las ramitas de arce o de la delicada conquista de las procesionarias, basta mirar arriba para constatar que los aviones de antes, primos hermanos de las golondrinas, siguen surcando en silencio nuestros mares de prepotencia fría. Basta dejar que la noche te gobierne hasta la mitad de un río (o la mitad de un puente) para sospechar que algo no estamos haciendo bien cuando plagamos de hormigón el campo y pese a ello los grillos agrestes y decididos siguen cabando agujeros imposibles en el cemento, cantado más alto y más claro ante el pasar ausente de los coches...

Cada día más ciegos, más sordos, más insensibles... cada día más lejos de la tierra, del mar y del aire... !si ni siquiera el fuego nos quema! Espero que la casualidad que todos necesitamos acuda a nuestro rescate antes de que se acaben oxidando los resortes del alma, esa extraña última jugada de ases en las mangas de la camiseta...

Espero que lo invisible acuda a mi encuentro.
Espero que mi cuerpo aun siga existiendo para la invisibilidad

Neftalí