martes, 8 de mayo de 2012

Después

El tiempo me lleva, me trae, me sube, me invierte, me convierte, me reduce, me seduce, me dispara...


Y después de mil vueltas siempre acabo de bruces en la puerta sin entrada de una estación extraña. Miro dentro, se despista mi carcelero y me libero, un segundo, de su aguerrida mordaza. Me cuelo. El tren de lo escrito se dispone a salir, como cada martes, hacia el futuro, o al menos a su encuentro.


Amontonados en sacos de párrafos, de versos, de estrofas cantatas, van, como por casualidad, alegremente las palabras. Destino a un final tan incierto como eterno. De repente, sin querer, me tropiezo con un estribillo. Al principio no lo reconozco, pero después, comprendo, al enredarse con cariño en mi rodilla, que fue mío. Y me entristezco. Y me alegro.


Y comprendo que más allá del tiempo que es y del que fue, existe un mañana donde nuestro rastro correrá dejando sendas como estelas en el corazón de las montañas...


y no tendré que volver yo más, porque mis palabras seguirán volviendo para siempre con una irreverente "reverberancia", aún después de que definitivamente me vaya.

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