domingo, 10 de marzo de 2013

1. Coherencia y estética



La vida, ese paréntesis, ese regalo, tiende a ser menospreciada por sus poseedores. La mayoría de las veces tendemos a no valorar lo maravilloso que tiene el simple hecho de estar aquí, y ese otro milagro, mucho más complejo, que resulta el ser conscientes de nuestra existencia.

Por eso JC, en la vida, como en el arte, la clave de todo, ese punto que te permitirá que pasado el tiempo no te quedes como un bobo sintiendo que podías haber vivido “mejor” la vida, es las dosis de coherencia y las dosis de estética que hayas añadido, la dosis de verdad.

La coherencia consiste en algo tan básico y a la vez tan caro, como remar siempre en la misma dirección. Intentar no andar 100 m. adelante y luego 100 m. hacia atrás, y además en el mismo camino. Es cierto que es el trayecto y no el destino el que nos hace crecer, pero si te dedicas a andar y desandar el mismo recodo de tu trayectoria vital, llegará un momento en el que acabes asqueado y con la sensación de estar encerrado en un bucle, en tu propio día de la marmota. Encuestas recientes aseguran que a la mayoría de las personas no le gusta su trabajo. Eso es debido en gran parte porque han convertido su camino hacia delante, ese de descubriento diario de un nuevo detalle, una mecánica rutina.

Porque, y presta atención a ello JC, la coherencia no es sinónimo, como muchos piensan, de rutina, al contrario, la coherencia es lo que permite que cosas tan diferentes como un brazo y una nariz formen parte del mismo proyecto, llamado cuerpo. La coherencia, ampliando el concepto de “rito” del principito, es lo que hace que “un día sea diferente de otro día, una hora distinta de otra hora y no nos volvamos locos”. “Es algo demasiado olvidado, pero tú, JC, no lo debes olvidar.

La coherencia nos hace caminar hacia el futuro, derechos, sin zigzaguear. Si nos desviamos, nos pone de nuevo el norte en su sitio. Si llegamos a un callejón sin salida, nos abre una forma, más o menos dolorosa, de seguir hacia adelante.

Y luego está la estética, la capacidad o las ganas de conseguir impregnar de belleza nuestro camino. La estética que, en el arte como en la vida, ha sido tan mal entendida. Bueno, no es que haya sido mal entendida, es que ha sido englobada dentro de la coherencia. Si un ser, por ejemplo, realiza “mierdas”, literalmente o no, y lo hace coherentemente, siguiendo un plan, por el simple hecho de utilizar el primer concepto del que hemos hablado, se le considera un artista, sin importar la calidad estética de lo creado. Sinceramente, creo que eso es un error. Debemos intentar que el mundo sea bonito. Amar con estilo, cantar con ilusión, reír a bombo y platillo, llorar rítmicamente. Debemos esforzarnos por que este mundo a nuestro paso sea un sitio más agradable donde vivir…

Obviamente, eso no consigue de la noche a la mañana (ya digo que muchos artistas se creen que simplemente por tener una idea y serles coherentemente fiel ya están haciendo un regalo al mundo). Eso se consigue trabajando, caminando en la dirección elegida y sobre todo, siendo muy crítico con uno mismo, mejorando lo que podemos mejorar de nosotros mismos y de nuestra obra, sin excusas, y potenciando todo aquello que tenemos y que vemos que genera un saldo positivo de belleza. No tener reparos en cambiar las veces que haga falta las ramas, manteniendo el núcleo, el germen, la idea, hasta que el resultado sea digno de ser llamado obra nuestra.

Toda acción conlleva una reacción, y a veces, en el largo camino de la vida, la distancia entre la causa y el efecto nos llevan a pensar que somos invencibles y que estamos por encima del bien y del mal. Pero, más tarde o más temprano, llegará un momento en que tocará hacer balance, pagar deudas o recibir honoris causa, y el cómputo positivo lo aportará la carga de coherencia y de belleza que hayas generado, así que nunca olvides JC, de impregnar con ellas todo lo que hagas.

Torra

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