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Y atreverse a decir las cosas a la cara,
y aflojar la tuerca, y saltar la comba
y decirle a un niño cualquiera que de cuanto cada
cambia de nombre...
Y esculpir fugaces estelas de diamantes
y regalarlas al primero o la primera que pase.
Y enrolarse cada día en la tarea
de hacer algo que merezca la pena,
contra pronóstico y si se tercia
contra corriente.
Y si te equivocas saltar a tiempo
que es mejor quedarse sin barco
que sin vida.
Y no perder ni por ello las ganas guerreras,
ni el hambre de luz, ni la sonrisa
sincera.
Y no vivir con miedos, y no vivir en gris.
Y saber que el aire que respiras,
a su vez te está respirando a ti.
Mirar al fuego y ser fuego.
Mirar al mar y ser azul.
Y Abrir las manos, los pulmones y la vista,
y saltar desde lo más alto sin paracaídas,
y gritar hasta que duela la boca,
y reír hasta que te duela la sombra
del alma,
creer hasta crear una salida,
y luego pararse un momento,
pillar una silla,
sentarte y descansar...
Porque más tarde cuando vengan los leones a por ti,
ya tendrás tiempo de salir corriendo (o de seguir creciendo)
Neftalí
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