jueves, 15 de enero de 2009

E de pistola

Como si fuera hoy. Ser como el árbol talado que retoña o ser ave Fenix. En el fondo, ¿no es lo mismo?¿En el fondo no lo entiende así mi alma guadianera?

Hace tanto desde ayer que casi parece que hace siglos desde que no hablamos. Acaso las cartas verdes que me mandabas o acaso las mías arrugadas o deformes, siempre sin principio y sin fin, como yo mismo, dejaron de atravesar el desierto de las carreteras de allá pacá y viceversa.

Y de pronto una noche fría, muy fría, recuerdas la cita escrita en la carpeta del instituto, y te pones a pensar de lo caprichoso que es el destino. Nosotros estábamos destinados a ser muy buenos amigos pero el poco tiempo que tuvimos para ello estuvimos explotando otras facetas de la naturaleza. Tú haciéndote fotos en brazos de gigantescos monos, yo lanzando mi pavera contra los cristales...
Tiempos raros y dichosos, no obstante, de sonrisas y preocupaciones inalcanzables...

Curioso fue no obstante que aquel instante fugaz y casi pionero, aquella conversación a medias, por aquel entonces donde la incontinencia de nuestra juventud nos daba alas, quedara relegado en la práctica a cruzar y casi ni eso con hellos y goodbyes, que diría la canción. Más curioso aún, que después las cartas cruzadas por ese espiritu vivo que habita las casualidades fueran avivando la llama de una amistad sincera y consentida. Llegamos a ser por carta los amigos que nunca fuimos. Épocas aquellas en las que las distancias separaban ciudades y hasta voluntades, y el tiempo, desoyendo a la cordura iba erosionando la memoria a granitos minúsculos de dulzura...

Llegué a verte una vez, a destiempo y a contrapie. Quería decirte que eras más amiga de lo que realmente llegamos a ser, que te comprendía y que para lo que necesitaras podías contar conmigo... Pero no lo hice. Tus ojos me miraban y me decían amigo, pero tus labios también permanecieron mudos...

Desde aquel encuentro casi avergonzados por el hecho de que algo tan simple como la muestra de afecto fluyera congelada en aquel encuentro, o por la simple casualidad de la tristeza que a ratos planea sobre nuestras azoteas, desaparecimos...

Árbol talado que retoña tú, Guadiana yo, nuestros intervalos de desaparición se fueron acoplando hasta que de repente una mañana, la menos esperada, ploff, nos disolvimos en el espacio tiempo...

Si la amistad dependiera de cosas como el espacio y el tiempo, que diría Bach, al superar el espacio y el tiempo habríamos superado nuestra propia hermandad... Que paradoja!
Así que lo que hago es que me guardo siempre una gota de la esencia de cada alma afín, en tu caso, un brotecito, que conservo en una cámara a salvo del tiempo y del olvido... Luego a contraviento me construyo un universo paralelo donde crezcan estrellas, o quien sabe, lo mismo te llamo por teléfono o te escribo otra carta y la mando al mar, en vez de agua, de bits y olas...

o te recuerdo un instante y me sonrío, o concluyo que pese a todo y sobre todo estaría tan bien tomarse un café tranquilamente contigo...

Torra

1 comentario:

Inma Cañete dijo...

Qué carta tan triste. Pero me ha parecido maravillosa, pura nostalgia para saborear esta tarde de viernes un poco apagado.