viernes, 8 de mayo de 2009

Capitulo XXI

Entonces apareció el zorro:
—¡Buenos días! —dijo el zorro.
—¡Buenos días! —respondió cortésmente el principito que se dio la vuelta, pero no vio nada.
—Estoy acá —dijo la voz-, bajo el manzano
—¿Quién eres? —preguntó el principito—. ¡Eres muy lindo!
—Soy un zorro —dijo el zorro.
—Ven a jugar conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!
—No puedo jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesticado.
—¡Ah, perdón! —dijo el principito.
Pero después de reflexionar, agregó:
—¿Qué significa "domesticar"?
—No eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?
—Busco a los hombres —le respondió el principito—. ¿Qué significa "domesticar"?
—Los hombres —dijo el zorro— tienen fusiles y cazan. ¡Es muy molesto! También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas?
—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
—Es una cosa demasiado olvidada —dijo el zorro—, significa "crear lazos... "
—¿Crear lazos?
—Sí —dijo el zorro—. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
—Empiezo a comprender —dijo el principito—. Hay una flor... creo que me ha
domesticado...
—Es posible —dijo el zorro—, en la Tierra se ve toda clase de cosas.
—¡Oh, no es en la Tierra! —dijo el principito.
El zorro pareció muy intrigado:
—¿En otro planeta?
—Sí.
—¿Hay cazadores en ese planeta?
—No.
—¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?
—No.
—Nada es perfecto —suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
—Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si tú me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. !Es bien triste!. ¡Pero tú tienes los cabellos color de oro.Cuando me hayas domesticado, !será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
—Por favor... domestícame —le dijo.
—Bien lo quisiera —le respondió el principito - pero no tengo mucho tiempo. tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen
tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Y como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
—¿Qué hay que hacer? —preguntó el principito.
—Hay que ser muy paciente —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba; yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
—Hubiese sido mejor venir a la mima hora —dijo el zorro—. Si vienes, por ejemplo, a las
cuatro de la tarde comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me
sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré el precio de laa felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
—¿Qué es un rito? —inquirió el principito.
—Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día sea
diferente a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:
—¡Ah! —dijo el zorro—, voy a llorar.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, no deseaba hacerte mal, pero quisiste que te
domesticara...
—sí —dijo el zorro.
—¡Pero vas a llorar!, —dijo el principito.
—¡Sí! - dijo el zorro
— Entonces, no ganas nada.
—Gano —dijo el zorro— por el color del trigo.
Y luego agregó:
—Ve y mira nuevamente a las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:
—No sois en absoluto parecidas a mi rosa. Nadie os ha domesticado y no habéis
domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. no era más que un zorro semejante a otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Las rosas se sentieron bien molestas:
—Sisn muy bellas, pero estáis vacías -les dijo todavia-No se puede morir por vosotras. Sin duda un transeunte común creerá que mi rosa se os parecer. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que ella es la rosa a la queyo he regado. Puesto que ella es la rosa a quien pues bajo el globo. Puesto que ella es la rosa a la que abrigué con el biombo, puesto que ella es la rosa cuyas oruga maté (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) Puesto que ella es la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.
Y volvió hacia el zorro.
—Adiós —le dijo.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.
—Lo esencial es invisible a los ojos —repitió el principito a fin de acordarse.
—El tiempo que dedicaste a tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
—Es el tiempo que dediqué a mi rosa... —repitió el principito a fin de acordarse.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres
responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el principito a fin de acordarse.

Antoine de Saint-Exupery

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