viernes, 31 de agosto de 2007

Pre-Juicios

¿Para qué ir, si ya sé lo que me voy a encontrar? ¿Para qué entrar? ¿Para qué seguir?...
¿Para qué oír si sé lo que me tienes que contar? ¿Para que atender? ¿Para que escuchar?...

Y sucede que cada camino, cada sendero, cada ruta esconde millones de matices, que trascienden al propio final y al propio destino. Así armados de una humanidad palpable pero de la mala, nos creemos lo suficientemente importantes como para dejar de andar, dejar de escuchar, dejar de sentir...

Y sucede que al renunciar a los caminos y sus misterios y a las personas y a sus secretos, poco a poco vamos renunciando a nuestro propio ímpetu, poco a poco, paulatinamente y si frenos, nos vamos haciendo cada vez más y más pequeños...

Demos una oportunidad a la sorpresa para que nos alague y nos contenga. Dejemos que la voz de aquel cuya presencia denostamos para razones y procedimientos que nos dejen al menos al descubierto la vaguedad de su condena, o que incluso en esa boca cuya dureza nos altera, vislumbremos alguna gota de rocío o pan, con la que alimentar nuestro proyecto de restaurar en el mundo la belleza.

Dejemos abiertas nuestras puertas porque lo que queda protegido dentro es siempre menos valioso que lo queda atrapado fuera, porque sólo se puede comprender la grandiosidad de nuestra existencia cuando el alma deja de tener fronteras...

jajajajajajajajaaj

Torra

No hay comentarios: